EL
RETABLILLO DE DON CRISTOBAL.
Prologo Hablado.
Señoras y señores.
El poeta, que ha
interpretado y recogido de labios populares esta farsa de teatro tiene la
evidencia de que el público culto de esta tarde sabrá recoger, con inteligencia
y corazón limpio, el delicioso y duro lenguaje de los actores.
Todo el teatro
popular tiene este ritmo, esta fantasía y esta encantadora libertad que el
poeta ha conservado en el dialogo.
El guiñol es la
expresión de la fantasía del pueblo
¡ay! ¡ay! Ya empieza a tocar el tambor, podéis
llorar y podéis reír, a mi no me importa nada de nada. Yo voy a comer ahora un
poquito pan. Un poquitirrito pan que me
ha dejado los pájaros, y luego a planchar
los trajes de la compañía, ( Mira sí es observado.) Quiero deciros que yo sé
cómo nacen las rosas y cómo se crían las estrellas del mar, pero.
DIRECTOR.
Haga usted el favor
de callarse. El prólogo termina donde se dice; “voy a planchar los trajes de la
compañía”
POETA.
Sí señor.
DIRECTOR.
Usted, como poeta,
no tiene derecho a descubrir el secreto con el cual vivimos todos.
POETA.
Sí señor.
DIRECTOR.
¿No le pago su
dinero?.
POETA.
Sí. Señor; pero es
que don Cristóbal yo sé que en el fondo es bueno y que quizá podría serlo.
DIRECTOR.
Sí no se calla
usted, subo y te parto esa cara de pan de maíz que tiene. ¿Quién es usted para
terminar con esta ley de maldad?.
POETA.
Ya he terminado; me
callaré.
DIRECTOR.
No. Señor, diga
usted lo que es preciso que diga y lo que el público sabe que es verdad.
POETA.
Respetable público,
como poeta tengo que deciros que don Cristóbal es malo.
DIRECTOR.
Y no puede ser
bueno.
POETA.
Y no puede ser
bueno.
DIRECTOR.
Vamos, siga.
POETA.
Ya voy, señor
Director. Y nunca podrá ser bueno.
DIRECTOR.
Muy bien. ¿ Cuánto
le debo?
POETA.
Cinco monedas.
DIRECTOR.
Ahí van.
POETA.
No las quiero de
oro. El oro me parece fuego, y yo soy poeta de la noche. Démelas de plata. Las
monedas de plata parece que están iluminadas por la luna.
DIRECTOR.
¡Ja, ja, ja! Así salgo ganando. A empezar.
POETA.
Abre tu balcón. Rosita,
Que comienza la función.
Te espera una muertecita
Y un esposo dormilón.
(música)
DIRECTOR.
Cristóbal.
CRISTÓBAL.
¿Qué?.
DIRECTOR.
Salga usted, que el
público lo está esperando.
CRISTÓBAL.
Ya voy.
DIRECTOR.
¿ Y doña Rosita?
ROSITA.
Me estoy poniendo
los zapatitos. (se oyen ronquidos.)
DIRECTOR.
¿ Qué es eso? ¿Ya está
roncando Cristóbal?
CRISTÓBAL.
Ya voy, señor
director, es que estoy meando.
DIRECTOR.
Cállese y no diga
barbaridades.
CRISTÓBAL. (apareciendo)
Buenas noches
caballeros.
DIRECTOR.
Vamos, don
Cristóbal, hay necesidad de empezar el drama. Esa es su obligación. Usted es un
médico.
CRISTÓBAL.
Yo no soy un
médico. Vamos al toro.
DIRECTOR.
Piense, don
Cristóbal, que necesita usted dinero para casarse.
CRISTÓBAL.
Es verdad.
DIRECTOR.
Gánalo pronto.
CRISTÓBAL.
Voy por la porra.
DIRECTOR.
Bravo. Veo que me
ha entendido usted.
ENFERMO. (saliendo)
Buenos días.
CRISTÓBAL.
Buenas noches tenga
usted.
ENFERMO.
Buenos días.
CRISTÓBAL.
Buenas noches.
ENFERMO.
Buenas tardes.
CRISTÓBAL.
Buenas noches
negras.
ENFERMO. (tímido)
Quizá pueda dar las
buenas noches.
CRISTÓBAL.
Buenas noches
cerradas.
ENFERMO.
En vista de esto me
ha convencido de que es usted un gran médico que me puede curar.
(enérgico) Buenos días.
CRISTÓBAL. (fuerte)
Te he dicho que buenas noches y es buenas
noches.
ENFERMO.
Bravo. Cuando usted
quiera.
CRISTÓBAL.
¿Qué le duele a
usted?.
ENFERMO.
Me duele el cuello.
Donde me nace el cabello,
Pero no había caído en ello
Hasta que me dijo mi primo
Juan
Cuello.
CRISTÓBAL.
Eso se acaba con el
degüello. (lo agarra).
ENFERMO.
¡ay, ay, ay, don
Cristóbal !
CRISTÓBAL.
Vamos. Tenga la
bondad de sacar un poquito el cuello para que le pueda intervenir la carótida
ENFERMO.
¡ Ay!. Yo no lo
puedo mover
CRISTÓBAL.
Le digo que puede
mover la carótida.
ENFERMO.
¡Ay! Es imposible.
CRISTÓBAL.
Apártese usted
mismo con las manos las yugulares.
ENFERMO.
Si pudiera la lo
habría hecho. (con agresividad.) Buenos días, Buenos días, buenos días, buenos
días.
CRISTÓBAL.
Ahora verás. (sale,
el enfermo se queja echado sobre la barandilla.)
ENFERMO.
¡Ay!, ¡Ay! Lo que
me duele la carótida. ¡Ay, mi carótida! Yo tengo carotiditis.
CRISTÓBAL. (entra
con la porra!
Aquí estoy.
ENFERMO.
¿Qué es eso, don
Cristóbal ?
CRISTÓBAL
El aparato del
aguardiente.
ENFERMO.
¿Para qué sirve?.
CRISTÓBAL.
Para poner en
cuello caliente.
ENFERMO.
Pero no me haga
usted daño.
CRISTÓBAL.
En el pegar no hay
engaño. ¿ tienes mucho dinerito?
ENFERMO.
Veinte
duritos y veinte duritos
y
debajo del chalequito
Seis
duritos y tres bolitos
Y
en el ojito
Del
culito
Tengo
un rollito
Con
veinte bolivaritos.
CRISTÓBAL.
Pero yo te voy a curar
Pero no lo cantarás.
ENFERMO.
(agresivo).
Buenos días, buenos
días, buenos días, buenos días, buenos días.
CRISTÓBAL. (dándole
con la porra).
Buenas noches. Te
agarré. Saca el cuello.
ENFERMO.
No puedo, don
Cristóbal.
CRISTÓBAL. Dándole un golpe)
Saca el cuello.
ENFERMO.
¡Ay! Mí carótida.
CRISTÓBAL.
Más cuello.
¡Ay! Mí carótida.
CRISTÓBAL.
Más cuello. (golpe.) Más cuello, más cuello, más cuello.
(el enfermo saca cuello de
un metro )
ENFERMO.
¡Ayyyyyyyyy! (Mete todo el cuello y se levanta, pero don
Cristóbal lo remata.)
CRISTÓBAL.
Te maté, puñetero, te maté...
Una, dos, tres,
Al barranco con él.
( se oye un gran golpe)
CRISTÓBAL.
Ole, ole, ole.
DIRECTOR.
¿Tienes dinero?
CRISTÓBAL.
Sí.
DIRECTOR.
Pues hay que
casarse
CRISTÓBAL.
Pues hay que
casarse.
DIRECTOR.
Ahí viene la madre
de doña Rosita. Es preciso que hable con ella.
MADRE..
Yo soy la madre de doña Rosita
Y quiero que se case,
Porque ya tiene dos pechitos
Como dos naranjitas
Y un culito
Como un quesito,
Y una urraquita
Que
le canta y le grita,
Y
es lo que yo digo:
Le
hace falta un marido,
Y
si fuera posible dos.
Ja,
ja, ja, ja, ja.
CRISTÓBAL.
Señora.
MADRE.
Caballero de pluma
y tintero.
CRISTÓBAL.
No tengo sombrero
Usted sabrá
Que me quiero
casar.
MADRE.
Yo tengo una hija,
¿Qué dinero me das?
CRISTÓBAL.
Una onza de oro
De las que cagó el
moro,
Una onza de plata
De las que cagó la
gata,
Y un puñado de
calderilla
De las que gastó su
madre cuando era
Chiquilla.
MADRE.
Y además quiero una
mula
Para ir a Lisboa
sale la luna.
CRISTÓBAL.
Una mula es
mucho; señora.
MADRE.
Usted tiene plata
señor don Cristóbal mí Rosita es joven y usted es un viejo, viejo pellejo.
CRISTÓBAL.
Y usted es una
vieja que se limpia el culito con una teja.
MADRE.
¡Borracho
indecente!
CRISTÓBAL.
Te voy a poner la
barriga caliente
Cuenta con la mula,
¿dónde esta Rosita?
MADRE.
En camisón
en su cuarto
Y esta solita.
Ja, ja, ja.
CRISTÓBAL.
¡Ay como me pongo?.
MADRE.
¡Ay con el sorongo,
¡Ay con el sorongo!
CRISTÓBAL.
Deme su retrato.
MADRE.
Pero firme el
contrato.
CRISTÓBAL.
Rosita por verte
La punta del píe
MADRE.
Le verás el píe
Cuando esté
contigo,
Si me das dinero
Hará lo que digo. (se va cantando)
(música)
(voz de Rosita).
Con el vito , vito,
vito,
Con el vito que me
muero,
Cada hora, niño
mío,
Estoy más metida en
fuego.
(entra Rosita)
¡Ay! Qué noche tan clarita
vive sobre los
tejados.
En esta hora los
niños
Cuentan las
estrellas
Y los viejos se
duermen
Sobre sus caballos
Pero yo quisiera
estar:
En el diván
Con Juan
En el colchón
Con ramón
En el canapé
Con Jose
En la silla
Con mendinilla
En el suelo
Con el que yo
quiero,
Pegada al muro
Con Arturo
Con Juan, con José,
con Mendinilla, con Arturo y con Ramón.
¡Ay!, ¡ay! ¡ay!,
¡ay!.
Yo me quiero casar,
¿me han oído?
Yo me quiero casar.
Con un mocito
Con un militar,
Con un arzobispo,
Con un macanudo
De macaniar
Y veinte mocitos
De Portugal, (sale)
CRISTÓBAL.
Entonces, ¿estamos
conformes?
MADRE.
Estamos.
CRISTÓBAL.
Porque si no
estamos, yo tengo la cachiporra y ya sabes lo que pasa.
MADRE.
¡Ay! ¡que he dicho
yo!
CRISTÓBAL.
¿tienes miedo?
MADRE. (temblando)
¡Ay!
CRISTÓBAL.
Di: tengo miedo.
MADRE.
Tengo miedo.
CRISTÓBAL.
Diga. ¡ Ya me ha
domado don Cristóbal!
MADRE.
Ya me ha domado don
Cristóbal.
CRISTÓBAL.
Como domaré a tu
hija.
MADRE.
Entonces...
CRISTÓBAL.
Yo te doy la onza de
oro de la que cagó el moro y tú me entregas a tu hija Rosita, y me lo debes
agradecer porque ya está madurita.
MADRE.
Tiene veinte años.
CRISTÓBAL.
He dicho que está
madurita, y lo está, pero a pesar de todo es una linda muchacha. Diga, diga,
diga...
MADRE.
Que
tiene dos tetitas
Como
dos naranjitas
Y
un culito
Como
un quesito
Y
una urraquita...
CRISTÓBAL.
¡Ayyyyyyyyyy!
MADRE.
Y una urraquita
Que le canta y le
grita.
CRISTÓBAL.
Sí señor, me voy a
casar porque doña Rosita es un bocado di cardinali.
MADRE.
¿Habla vuestra
merced el italiano?
CRISTÓBAL.
No. Pero en mi
juventud estuve en Francia y en Italia, sirviendo a un tal don Pantalón. A
usted no le importa nada de mi vida. Tiemble usted. Todo el que está delante de
mí tiene que temblar, carajorum, tiene que temblar.
MADRE.
Ya estoy temblando.
CRISTÓBAL.
Llama a Rosita,.
MADRE.
¡Rositaaaaaaa!
ROSITA.
¿Qué quieres?
Me quiero casar
Con un
BALTASAR.
Mañana, al atardecer,
nos tendremos que marchar,
y al Niño Dios ofrecer
los presentes., y adorar.
(Música de fondo. Simulan que duermen. Se oscurece
la escena y salen todos. Se ilumina la escena. Los tules enmarcan el Portal. Entran por derecha la Virgen , con el Niño en
brazos, y San José; a continuación, la Estrella y la Palmera , que se colocarán junto al Portal).
ANTE EL PORTAL
NARRADOR
.El veinticinco
nació,
cumpliendo la
profecía,
sobre el Portal
de María.
NARRADORA.
¡Qué lujo! ¡Qué esplendor!
¡Qué vistosos los ropajes!
¡La estrella, qué resplandor!
¡Qué elegantes van los pajes!
NARRADOR.
Todo eso por un Niño,
que en un pesebre ha nacido
y no en pañales de armiño.
í Tan pobre! ¡Tan desvalido!
NARRADORA.
Algo tiene que tener
por encima de las leyes
para venir a ofrecer
su amor a pastores y reyes
( Música de fondo entran los reyes por derecha con
su cortejo. Los pajes portan regalos y se situan todos junto al Portal)
JOSE.
Habéis de lejos venido
a postraros a sus pies.
porque supisteis quien es.
MELCHOR.
Esta mirra, como hombre.
BALTASAR.
Pues como rey, este oro.
GASPAR
Y ahora, en mi nombre,
incienso al Dios que adoro.
JOSE.
Mirra, oro e incienso
son regalos para un Dios,
un gracias es poco,
pienso, tenemos que daros dos.
MARIA.
Quiero decir, de momento,
que también os felicito.
Mi Niño está muy contento
y se ha chupado un dedito.
El Niño, Jesús de nombre,
duerme un sueño profundo.
En cuanto se haga hombre
será el Salvador del mundo
(Los reyes se levantan, adelantándose al público,
acompañados de sus pajes).
BALTASAR.
¡Oh, qué Niño más gracioso!
¡Qué sonrisa nos ha echado!
¡Es un chavalín hermoso!
¡Creo que nos ha soplado!
MELCHOR.
Es su espíritu, que aquí
en el rostro me ha dado,
y que, penetrando en mí,
el resfriado me ha curado.
GASPAR.
El reuma se fue con tino.
Salto y brinco sin temor.
¡Será el vaho divino!
¡No tengo ningún dolor!
BALTASAR.
¡No me duele la cabeza!
¡No tengo la cefalea!
¡Ahora veo la belleza
de lo que aquí me rodea!
MELCHOR.
Nosotros, con gran poder,
riqueza y sabiduría,
no hemos sabido entender
que la fe nos sanaría.
GÁSPAR.
Estos apreciados dones,
estos regalos del Cielo,
abren nuestros corazones...
BALTASAR....
como
descorrer un velo.
GASPAR.
Con oro y piedras
preciosas,
de nuestros palacios llenos ...
MELCHOR....
compraremos muchas cosas
a los niños, que son buenos.
(Reyes y pajes se dirigen de nuevo al Portal y
adoran al Niño. Música de fondo).
NARRADOR.
Dos mil años han pasado
del hecho aquí referido.
¡La
Navidad ha llegado!
¡Seis de enero, bienvenido!
NARRADORA.
Un mensaje me han dado
‑prestadme mucha atención
como del cielo enviado.
¡Jamás perdáis la ilusión!
(Música de fondo mientras, lentamente, se corre el
T
E L 0 N
DON QUIJOTE. - Y por el otro ejército ¿Acaso no vislumbras las barbas
del malísimo Bin Laden odiado y temido de todos?
SANCHO PANZA. -
DON QUIJOTE. - Tantas ganas tengo de entrar en batalla que aunque veo
por allí muchos cientos de famosos y esforzados caballeros doy por terminado su
nombramiento y ya me apresuro a entrar en combate. Pues se que este será un
gran día y estos caballeros presto conocerán el valor de mi brazo.
NARRADORA. - Viendo Sancho que ya era de todo punto imposible
convencerlo de que lo que iba a atacar no eran ejércitos sino rebaños.
Resignose al destino hízose a un lado y dejole marchar no sin antes advertirle
por última vez.
SANCHO PANZA. - Vuelva aca desdichado de mí y de la madre que me parió.
Vuelva y mire que no son gigantes ni Supermanes ni Binladen ni nada que se le
parezca sino ovejas y carneros.
DON QUIJOTE. - Allá voy. Caballeros que seguís bajo la bandera del
valeroso Supermán del arremangado brazo. Seguidme todos veréis como os ayudo a
derrotar a vuestros enemigos.
NARRADORA. - Y diciendo esto se adentró en medio de los rebaños dando
lanzadas por aquí y por alla con tanta fuerza que al momento dejó en el campo
no menos de siete ovejas muertas. Los pastores le daban voces diciendo que no
hiciera eso pero de nada servían sus palabras.
PASTOR I. - ¿Pero qué hace vuestra merced? ¿es que se ha vuelto loco?
PASTOR II. - ¡Deja las ovejas desgraciao! ¡Que me vas a buscar la
ruina!
PASTOR III. -¡Para! ¡Detente! ¡Vamos a tirarle piedras que nos mata
todas las ovejas!
DON QUIJOTE. - ¡Malandrines! No huyáis que un solo caballero os
derrotará a todos.
NARRADORA. - Los pastores al ver que no hacía caso comenzaron a tirarle
piedras hasta que consiguieron tirarlo del caballo.
(Los pastores le tiran bolas de papel como si fueran piedras)
PASTOR I. - Toma esta pedrá.
PASTOR II. - A ver si te gusta esta peladilla.
DON QUIJOTE. - ¡Ay mis costillas! ¡Muerto soy voy a tomar un poco de
medicina milagrosa.
PASTOR III. - Toma en toda la boca.
DON QUIJOTE. - (Cayéndose al suelo) ¡Ay mis dientes! Por lo menos me ha
arrancao tres o cuatro.
NARRADORA. - Y era verdad aquella pedrada que le había dado en la boca
le había arrancado tres dientes y cuatro muelas. Acudió Sancho y le ayudó a
levantarse.
SANCHO PANZA. - ¿No le dije a vuestra merced veinte veces que no eran
ejércitos sino rebaños?
DON QUIJOTE. - Calla Sancho. Todo esto es obra de aquel sabio enemigo
mío que envidioso de la fama que yo iba a coger ha convertido a los ejércitos
en rebaños.
SANCHO PANZA. - No sé, no sé.
DON QUIJOTE. - Es verdad lo que yo te digo y si quieres convencerte solo
tienes que ir detrás de ellos y esconderte detrás de aquella colina y verás
como de aquí a un rato otra vez se vuelven a convertir en ejércitos.
FIN
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