martes, 26 de junio de 2012

EL RETABLILLO DE DON CRISTOBAL


EL RETABLILLO DE DON CRISTOBAL.



Prologo Hablado.

Señoras y señores.
El poeta, que ha interpretado y recogido de labios populares esta farsa de teatro tiene la evidencia de que el público culto de esta tarde sabrá recoger, con inteligencia y corazón limpio, el delicioso y duro lenguaje de los actores.
Todo el teatro popular tiene este ritmo, esta fantasía y esta encantadora libertad que el poeta  ha conservado en el dialogo.
El guiñol es la expresión de la fantasía del pueblo



¡ay!  ¡ay! Ya empieza a tocar el tambor, podéis llorar y podéis reír, a mi no me importa nada de nada. Yo voy a comer ahora un poquito pan. Un poquitirrito pan   que me ha dejado los pájaros,  y luego a planchar los trajes de la compañía, ( Mira sí es observado.) Quiero deciros que yo sé cómo nacen las rosas y cómo se crían las estrellas del mar, pero.

DIRECTOR.
Haga usted el favor de callarse. El prólogo termina donde se dice; “voy a planchar los trajes de la compañía”

POETA.
Sí señor.
DIRECTOR.
Usted, como poeta, no tiene derecho a descubrir el secreto con el cual vivimos todos.

POETA.
Sí señor.

DIRECTOR.
¿No le pago su dinero?.

POETA.
Sí. Señor; pero es que don Cristóbal yo sé que en el fondo es bueno y que quizá podría serlo.

DIRECTOR.
Sí no se calla usted, subo y te parto esa cara de pan de maíz que tiene. ¿Quién es usted para terminar con esta ley de maldad?.

POETA.
Ya he terminado; me callaré.
DIRECTOR.
No. Señor, diga usted lo que es preciso que diga y lo que el público sabe que es verdad.

POETA.
Respetable público, como poeta tengo que deciros que don Cristóbal es malo.

DIRECTOR.
Y no puede ser bueno.

POETA.
Y no puede ser bueno.
DIRECTOR.
Vamos, siga.

POETA.
Ya voy, señor Director. Y nunca podrá  ser bueno.

DIRECTOR.
Muy bien. ¿ Cuánto le debo?

POETA.
Cinco monedas.

DIRECTOR.
Ahí van.

POETA.
No las quiero de oro. El oro me parece fuego, y yo soy poeta de la noche. Démelas de plata. Las monedas de plata parece que están iluminadas por la luna.

DIRECTOR.
 ¡Ja, ja, ja! Así salgo ganando. A empezar.

POETA.
            Abre tu balcón. Rosita,
            Que comienza la función.
            Te espera una muertecita
             Y un esposo dormilón.
    (música)

DIRECTOR.
Cristóbal.

CRISTÓBAL.
¿Qué?.

DIRECTOR.
Salga usted, que el público lo está esperando.

CRISTÓBAL.
Ya voy.

DIRECTOR.
¿ Y doña Rosita?

ROSITA.
Me estoy poniendo los zapatitos. (se oyen ronquidos.)

DIRECTOR.
¿ Qué es eso?  ¿Ya está  roncando Cristóbal?

CRISTÓBAL.
Ya voy, señor director, es que estoy meando.

DIRECTOR.
Cállese y no diga barbaridades.

CRISTÓBAL.  (apareciendo)
Buenas noches caballeros.

DIRECTOR.
Vamos, don Cristóbal, hay necesidad de empezar el drama. Esa es su obligación. Usted es un médico.

CRISTÓBAL.
Yo no soy un médico. Vamos al toro.

DIRECTOR.
Piense, don Cristóbal, que necesita usted dinero para casarse.

CRISTÓBAL.
Es verdad.

DIRECTOR.
Gánalo pronto.

CRISTÓBAL.
Voy por la porra.

DIRECTOR.
Bravo. Veo que me ha entendido usted.


ENFERMO. (saliendo)
Buenos días.

CRISTÓBAL.
Buenas noches tenga usted.

ENFERMO.
Buenos días.

CRISTÓBAL.
Buenas noches.

ENFERMO.
Buenas tardes.

CRISTÓBAL.
Buenas noches negras.

ENFERMO. (tímido)

Quizá pueda dar las buenas noches.

CRISTÓBAL.
Buenas noches cerradas.

ENFERMO.
En vista de esto me ha convencido de que es usted un gran médico que me puede curar. (enérgico)  Buenos días.

CRISTÓBAL. (fuerte)
 Te he dicho que buenas noches y es buenas noches.

ENFERMO.
Bravo. Cuando usted quiera.

CRISTÓBAL.
¿Qué le duele a usted?.

ENFERMO.
            Me duele el cuello.
            Donde me nace el cabello,
            Pero no había caído en ello
            Hasta que me dijo mi primo
Juan Cuello.



CRISTÓBAL.
Eso se acaba con el degüello. (lo agarra).

ENFERMO.
¡ay, ay, ay, don Cristóbal !

CRISTÓBAL.
Vamos. Tenga la bondad de sacar un poquito el cuello para que le pueda intervenir la carótida

ENFERMO.
¡ Ay!. Yo no lo puedo mover

CRISTÓBAL.
Le digo que puede mover la carótida.

ENFERMO.
¡Ay! Es imposible.

CRISTÓBAL.
Apártese usted mismo con las manos las yugulares.

ENFERMO.
Si pudiera la lo habría hecho. (con agresividad.) Buenos días, Buenos días, buenos días, buenos días.

CRISTÓBAL.
Ahora verás. (sale, el enfermo se queja echado sobre la barandilla.)

ENFERMO.
¡Ay!, ¡Ay! Lo que me duele la carótida. ¡Ay, mi carótida! Yo tengo carotiditis.

CRISTÓBAL. (entra con la porra!
Aquí estoy.

ENFERMO.
¿Qué es eso, don Cristóbal ?

CRISTÓBAL
El aparato del aguardiente.

ENFERMO.
¿Para qué sirve?.

CRISTÓBAL.
Para poner en cuello caliente.

ENFERMO.
Pero no me haga usted daño.

CRISTÓBAL.
En el pegar no hay engaño. ¿ tienes mucho dinerito?

ENFERMO.
Veinte duritos y veinte duritos
y debajo del chalequito
Seis duritos y tres bolitos
Y en el ojito
Del culito
Tengo un rollito
Con veinte bolivaritos.

CRISTÓBAL.
            Pero yo te voy a curar
            Pero no lo cantarás.

ENFERMO. (agresivo).
Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, buenos días.

CRISTÓBAL. (dándole con la porra).
Buenas noches. Te agarré. Saca el cuello.

ENFERMO.
No puedo, don Cristóbal.

CRISTÓBAL. Dándole un golpe)
Saca el cuello.

ENFERMO.
¡Ay! Mí carótida.

CRISTÓBAL.
Más cuello.

¡Ay! Mí carótida.

CRISTÓBAL.
Más cuello. (golpe.) Más cuello, más cuello, más cuello.
                        (el enfermo saca cuello de un metro )

ENFERMO.
¡Ayyyyyyyyy!  (Mete todo el cuello y se levanta, pero don Cristóbal lo remata.)


CRISTÓBAL.
            Te maté, puñetero, te maté...
            Una, dos, tres,
            Al barranco con él.
            ( se oye un gran golpe)

CRISTÓBAL.
Ole, ole, ole.

DIRECTOR.
¿Tienes dinero?

CRISTÓBAL.
Sí.

DIRECTOR.
Pues hay que casarse

CRISTÓBAL.
Pues hay que casarse.

DIRECTOR.
Ahí viene la madre de doña Rosita. Es preciso que hable con ella.

MADRE..
            Yo soy la madre de doña Rosita
            Y quiero que  se case,
            Porque ya tiene dos pechitos
            Como dos naranjitas
            Y un culito
            Como un quesito,
            Y una urraquita
Que le canta y le grita,
Y es lo que yo digo:
Le hace falta un marido,
Y si fuera posible dos.
Ja, ja, ja, ja, ja.


CRISTÓBAL.
Señora.

MADRE.
Caballero de pluma y tintero.



CRISTÓBAL.
No tengo sombrero
Usted sabrá
Que me quiero casar.

MADRE.
Yo tengo una hija,
¿Qué dinero me das?

CRISTÓBAL.
Una onza de oro
De las que cagó el moro,
Una onza de plata
De las que cagó la gata,
Y un puñado de calderilla
De las que gastó su madre cuando era
Chiquilla.

MADRE.
Y además quiero una mula
Para ir a Lisboa sale la luna.

CRISTÓBAL.
Una mula es mucho;  señora.

MADRE.
Usted tiene plata señor don Cristóbal mí Rosita es joven y usted es un viejo, viejo pellejo.

CRISTÓBAL.
Y usted es una vieja que se limpia el culito con una teja.

MADRE.
¡Borracho indecente!

CRISTÓBAL.
Te voy a poner la barriga caliente
Cuenta con la mula, ¿dónde esta Rosita?

MADRE.
En  camisón  en su cuarto
Y esta solita.
Ja, ja, ja.

CRISTÓBAL.
¡Ay como me pongo?.

MADRE.
¡Ay con el sorongo, ¡Ay con el sorongo!

CRISTÓBAL.
Deme su retrato.

MADRE.
Pero firme el contrato.

CRISTÓBAL.
Rosita por verte
La punta del píe


MADRE.
Le verás el píe
Cuando esté contigo,
Si me das dinero
Hará lo que digo. (se va cantando) (música)
      (voz de Rosita).

Con el vito , vito, vito,
Con el vito que me muero,
Cada hora, niño mío,
Estoy más metida en fuego.

(entra Rosita)
¡Ay!  Qué noche tan clarita
vive sobre los tejados.
En esta hora los niños
Cuentan las estrellas
Y los viejos se duermen
Sobre sus caballos
Pero yo quisiera estar:
En el diván
Con Juan
En el colchón
Con ramón
En el canapé
Con Jose
En la silla
Con mendinilla
En el suelo
Con el que yo quiero,
Pegada al muro
Con Arturo
Con Juan, con José, con Mendinilla, con Arturo y con Ramón.
¡Ay!, ¡ay! ¡ay!, ¡ay!.
Yo me quiero casar, ¿me han oído?
Yo me quiero casar.
Con un mocito
Con un militar,
Con un arzobispo,
Con un macanudo
De macaniar
Y veinte mocitos
De Portugal,   (sale)

CRISTÓBAL.
Entonces, ¿estamos conformes?

MADRE.
Estamos.

CRISTÓBAL.
Porque si no estamos, yo tengo la cachiporra y ya sabes lo que pasa.

MADRE.
¡Ay! ¡que he dicho yo!

CRISTÓBAL.
¿tienes miedo?

MADRE. (temblando)
¡Ay!

CRISTÓBAL.
Di: tengo miedo.

MADRE.
Tengo miedo.

CRISTÓBAL.
Diga. ¡ Ya me ha domado don Cristóbal!

MADRE.
Ya me ha domado don Cristóbal.

CRISTÓBAL.
Como domaré a tu hija.

MADRE.
Entonces...

CRISTÓBAL.
Yo te doy la onza de oro de la que cagó el moro y tú me entregas a tu hija Rosita, y me lo debes agradecer porque ya está madurita.

MADRE.
Tiene veinte años.

CRISTÓBAL.
He dicho que está madurita, y lo está, pero a pesar de todo es una linda muchacha. Diga, diga, diga...

MADRE.
Que tiene dos tetitas
Como dos naranjitas
Y un culito
Como un quesito
Y una urraquita...

CRISTÓBAL.
¡Ayyyyyyyyyy!

MADRE.
Y una urraquita
Que le canta y le grita.

CRISTÓBAL.
Sí señor, me voy a casar porque doña Rosita es un bocado di cardinali.

MADRE.
¿Habla vuestra merced el italiano?

CRISTÓBAL.
No. Pero en mi juventud estuve en Francia y en Italia, sirviendo a un tal don Pantalón. A usted no le importa nada de mi vida. Tiemble usted. Todo el que está delante de mí tiene que temblar, carajorum, tiene que temblar.

MADRE.
Ya estoy temblando.

CRISTÓBAL.
Llama a Rosita,.

MADRE.
¡Rositaaaaaaa!



ROSITA.
¿Qué quieres?
Me quiero casar
Con  un
 






o-a� ; l n 0� `� TRAD'>que nos estamos durmiendo.
BALTASAR.
Mañana, al atardecer, 
nos tendremos que marchar, 
y al Niño Dios ofrecer 
los presentes., y adorar.
 
(Música de fondo. Simulan que duermen. Se oscurece la escena y salen todos. Se ilumina la escena. Los tules enmarcan el Portal. Entran por derecha la Virgen, con el Niño en brazos, y San José; a continuación, la Estrella y la Palmera, que se colocarán junto al Portal).
ANTE EL PORTAL
NARRADOR
.El veinticinco nació, 
cumpliendo la profecía, 
la Estrella se apareció 
sobre el Portal de María.
NARRADORA.
¡Qué lujo! ¡Qué esplendor!
¡Qué vistosos los ropajes! 
¡La estrella, qué resplandor!
 ¡Qué elegantes van los pajes!
NARRADOR.
Todo eso por un Niño, 
que en un pesebre ha nacido 
y no en pañales de armiño.
 í Tan pobre! ¡Tan desvalido!
NARRADORA.
Algo tiene que tener 
por encima de las leyes 
para venir a ofrecer 
su amor a pastores y reyes
( Música de fondo entran los reyes por derecha con su cortejo. Los pajes portan regalos y se situan todos junto al Portal)
JOSE.
Habéis de lejos venido 
a postraros a sus pies.
 La Estrella os ha traído
 porque supisteis quien es.
MELCHOR.
Esta mirra, como hombre.
BALTASAR.
Pues como rey, este oro.
GASPAR
Y ahora, en mi nombre,
 incienso al Dios que adoro.
  JOSE.
Mirra, oro e incienso 
son regalos para un Dios, 
un gracias es poco, 
pienso, tenemos que daros dos.
MARIA.
Quiero decir, de momento, 
que también os felicito. 
Mi Niño está muy contento 
y se ha chupado un dedito.
El Niño, Jesús de nombre, 
duerme un sueño profundo. 
En cuanto se haga hombre
será el Salvador del mundo
(Los reyes se levantan, adelantándose al público, acompañados de sus pajes).
BALTASAR.
¡Oh, qué Niño más gracioso! 
¡Qué sonrisa nos ha echado! 
¡Es un chavalín hermoso! 
¡Creo que nos ha soplado!
MELCHOR.
Es su espíritu, que aquí 
en el rostro me ha dado, 
y que, penetrando en mí, 
el resfriado me ha curado.
GASPAR.
El reuma se fue con tino. 
Salto y brinco sin temor. 
¡Será el vaho divino! 
¡No tengo ningún dolor!
BALTASAR.
¡No me duele la cabeza! 
¡No tengo la cefalea! 
¡Ahora veo la belleza 
de lo que aquí me rodea!
MELCHOR.
Nosotros, con gran poder,
 riqueza y sabiduría, 
no hemos sabido entender 
que la fe nos sanaría.
GÁSPAR. 
Estos apreciados dones,
 estos regalos del Cielo, 
abren nuestros corazones...
BALTASAR....
  como descorrer un velo.
GASPAR.
Con oro y piedras preciosas, 
de nuestros palacios llenos ...
MELCHOR....
compraremos muchas cosas
 a los niños, que son buenos.
(Reyes y pajes se dirigen de nuevo al Portal y adoran al Niño. Música de fondo).
NARRADOR.
Dos mil años han pasado 
del hecho aquí referido. 
¡La Navidad ha llegado! 
¡Seis de enero, bienvenido!
NARRADORA.
Un mensaje me han dado 
‑prestadme mucha atención 
como del cielo enviado. 
¡Jamás perdáis la ilusión!
(Música de fondo mientras, lentamente, se corre el
 
T E L 0 N


t-align� ,$t r �� P� ak-after:avoid'>FIN

e su p� K$. o �� P�
DON QUIJOTE. - Y por el otro ejército ¿Acaso no vislumbras las barbas del malísimo Bin Laden odiado y temido de todos?
SANCHO PANZA. -
DON QUIJOTE. - Tantas ganas tengo de entrar en batalla que aunque veo por allí muchos cientos de famosos y esforzados caballeros doy por terminado su nombramiento y ya me apresuro a entrar en combate. Pues se que este será un gran día y estos caballeros presto conocerán el valor de mi brazo.
NARRADORA. - Viendo Sancho que ya era de todo punto imposible convencerlo de que lo que iba a atacar no eran ejércitos sino rebaños. Resignose al destino hízose a un lado y dejole marchar no sin antes advertirle por última vez.
SANCHO PANZA. - Vuelva aca desdichado de mí y de la madre que me parió. Vuelva y mire que no son gigantes ni Supermanes ni Binladen ni nada que se le parezca sino ovejas y carneros.
DON QUIJOTE. - Allá voy. Caballeros que seguís bajo la bandera del valeroso Supermán del arremangado brazo. Seguidme todos veréis como os ayudo a derrotar a vuestros enemigos.
NARRADORA. - Y diciendo esto se adentró en medio de los rebaños dando lanzadas por aquí y por alla con tanta fuerza que al momento dejó en el campo no menos de siete ovejas muertas. Los pastores le daban voces diciendo que no hiciera eso pero de nada servían sus palabras.
PASTOR I. - ¿Pero qué hace vuestra merced? ¿es que se ha vuelto loco?
PASTOR II. - ¡Deja las ovejas desgraciao! ¡Que me vas a buscar la ruina!
PASTOR III. -¡Para! ¡Detente! ¡Vamos a tirarle piedras que nos mata todas las ovejas!
DON QUIJOTE. - ¡Malandrines! No huyáis que un solo caballero os derrotará a todos.
NARRADORA. - Los pastores al ver que no hacía caso comenzaron a tirarle piedras hasta que consiguieron tirarlo del caballo.
(Los pastores le tiran bolas de papel como si fueran piedras)
PASTOR I. - Toma esta pedrá.
PASTOR II. - A ver si te gusta esta peladilla.
DON QUIJOTE. - ¡Ay mis costillas! ¡Muerto soy voy a tomar un poco de medicina milagrosa.
PASTOR III. - Toma en toda la boca.
DON QUIJOTE. - (Cayéndose al suelo) ¡Ay mis dientes! Por lo menos me ha arrancao tres o cuatro.
NARRADORA. - Y era verdad aquella pedrada que le había dado en la boca le había arrancado tres dientes y cuatro muelas. Acudió Sancho y le ayudó a levantarse.
SANCHO PANZA. - ¿No le dije a vuestra merced veinte veces que no eran ejércitos sino rebaños?
DON QUIJOTE. - Calla Sancho. Todo esto es obra de aquel sabio enemigo mío que envidioso de la fama que yo iba a coger ha convertido a los ejércitos en rebaños.
SANCHO PANZA. - No sé, no sé.
DON QUIJOTE. - Es verdad lo que yo te digo y si quieres convencerte solo tienes que ir detrás de ellos y esconderte detrás de aquella colina y verás como de aquí a un rato otra vez se vuelven a convertir en ejércitos.

FIN

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